miércoles, 3 de septiembre de 2008

Dilemas de las masculinidades

Publicado en PALABRA 03-09-08
Dilemas de las masculinidades
Rosa Esther Beltrán Enríquez

Me pareció muy interesante que ayer, en la sección Vida, de PALABRA se publicara un artículo sobre los conflictos que enfrentan los jóvenes estadounidenses a causa de cierta pérdida de identidad en su modelo de masculinidad, porque considero importante que nuestro periódico aborde y difunda de manera seria, problemas como este, que están provocando ya cierto grado de malestar entre los varones jóvenes de ese país.
Según el artículo, psicólogos, sociólogos y médicos se han dado a la tarea de investigar y conocer los modelos, los estereotipos que guían las conductas de los universitarios jóvenes y han encontrado que los chicos vacilan, ya no están tan seguros de que deben de ser duros, machos, fuertes, ser experto en “ligar”, llevar los pantalones, ser mujeriegos, reunirse para “hacer cosas de hombres”, como emborracharse y ver pornografía.
En cambio, según los estudios, muchos de los entrevistados declaraban verse influenciados, por exigencias por parte de chicas que habían sido sus parejas, de ser más sensibles, más considerados y avalar la igualdad de género, lo cual les produjo desconcierto.
Los estudios sobre las masculinidades avanzan y van poniendo en evidencia el carácter histórico de la dominación masculina, lo cual significa un gran paso en la comprensión de los hombres como sujetos de cambio hacia masculinidades no patriarcales y más igualitarias.
Al referirnos a la masculinidad patriarcal hablamos de aquella que legitima y garantiza una posición dominante de los hombres frente a la subordinación de las mujeres. El sustrato de la masculinidad hegemónica es el poder, mediante él construye desigualdades a partir de las diferencias.
La masculinidad patriarcal es precisamente ese modelo o conjunto de estereotipos que siguen los jóvenes de los estudios citados, un modelo que corresponde a una construcción social de género surgida de un contexto socioeconómico, cultural e histórico en el que están insertos los varones, construcción cultural que se reproduce socialmente.
Los sistemas patriarcales autoritarios se contraponen a los procesos de apertura y democratización en las relaciones sociales, los que obviamente minan, debilitan las rígidas normas que sostienen la desigualdad de género, la que en situaciones de crisis sociales provoca fisuras en el modelo de masculinidad patriarcal.
Es explicable, que las jóvenes universitarias que viven en una sociedad económica, social y políticamente más igualitaria, de las que habla el artículo de referencia, reclamen un trato diferente de los hombres, que exijan ser consideradas no como objetos sexuales, sino como personas iguales a ellos, lo cual les mueve el piso a los varones, de manera que la masculinidad hegemónica puede llegar a convertirse para ellos en una especie de camisa de fuerza que precisan romper para buscar otros modelos.
En los estudios más modernos sobre feminidad y masculinidad existe la convicción de que éstos no son universales ni únicos y que al hablar de ellos es necesario hacerlo en plural porque no son estáticas ni atemporales, varían según los tiempos y lugares.
En algunos países, a partir de estos estudios han surgido esfuerzos por construir masculinidades alternativas, las cuales consisten en “deconstruir”, es decir, deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual para reconstruirla con otros referentes, que den sustento a modificaciones conductuales que conduzcan a relaciones de mayor igualdad, más armónicas, cruzadas por la equidad de género.
Podríamos concluir esta reflexión sobre premisas muy sencillas: la masculinidad no constituye una esencia, sino una ideología que tiende a justificar la dominación masculina; la masculinidad se aprende, se construye y, por lo tanto, también se puede cambiar.
Lo que hoy se debate es la crisis en las representaciones sociales sobre la masculinidad afirmada en la desigualdad y la discriminación de los hombres hacia las mujeres, situación que en nada contribuye para una mayor cohesión social.

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