Lorenzo Meyer
25-06-09
El foxismo-panismo ¿fase superior del priismo?
En México el cambio ha sido más de forma que de contenido; aún no hay un régimen realmente nuevo
Definición
La interrogante o propuesta que da título a esta columna la formuló un colega, José Luis Reyna, el pasado día 19 en un seminario donde se presentaron los cuatro tomos que forman Una historia contemporánea de México (Océano-Colegio de México, 2003-2009). La propuesta es una clara referencia a la famosa definición leninista del imperialismo como fase superior del capitalismo (1916). Obviamente, la caracterización de la naturaleza del actual sistema político mexicano como un tipo superior de priismo apela, en la forma, a nuestro sentido del humor, pero tiene un fondo muy serio.
Veamos más de cerca y con reflexión la definición sugerida por Reyna. Para empezar, supone, y con razón, que el foxismo no es sinónimo de panismo, y que pese a que han desembocado en lo mismo, para propósitos de análisis, conviene no subsumir al primero en el segundo. El foxismo fue una especie de populismo de derecha impulsado por el carisma de un personaje que se colgó del PAN para llegar al poder pero que también requirió y obtuvo otros apoyos. Los "Amigos de Fox", por ejemplo, fueron parte fundamental del foxismo inicial y aunque se trató de una fuerza de derecha, resultaron ser distintos del panismo. Por otro lado, bajo el lema del "voto útil", Fox apeló con éxito a los votantes independientes e incluso a antipanistas y simpatizantes de la izquierda, deseosos todos de poner fin al largo monopolio priista como una condición necesaria para proceder a introducir a México al auténtico pluralismo democrático. Con Felipe Calderón el elemento carismático desapareció por entero y ya fue el PAN propiamente dicho -el PAN duro- la fuerza que llegó a la Presidencia. Ahora bien, ese PAN que sustituyó al foxismo poco tenía que ver ya con el original, con el de Manuel Gómez Morin y sus "místicos del voto". El panismo contemporáneo, al que encarnan, además de Calderón, personajes como Diego Fernández de Cevallos y Germán Martínez, lo mismo que Manuel Espino o el desaparecido Juan Camilo Mouriño, es uno ya transformado por las "concertacesiones" con el gobierno de Carlos Salinas en los 1990 así como por el ejercicio del poder. Se trata de un partido que ha aprendido bien y a fondo cómo y para qué negociar con los priistas desde la oposición primero y desde el poder después y que, en el proceso, se fue haciendo cada vez más parecido al PRI.
En el capítulo publicado por Reyna en el tomo 3 de Una historia contemporánea de México -"El sistema político: cambios y vicisitudes"- se muestra que desde hace ya algunos años nuestro país cuenta con las condiciones mínimas necesarias para avanzar en la construcción de una efectiva democracia política, pero que para empezar a andar ese camino con paso firme es necesario -en realidad indispensable- proceder a desmantelar la vieja estructura autoritaria. Sin embargo, eso es justamente lo que no ha sucedido.
El foxismo y el panismo llevan ya más de ocho años ejerciendo el poder desde la Presidencia, en varios estados y un buen número de municipios, pero ni el uno ni el otro han mostrado auténtica disposición a abatir el viejo arreglo. Al contrario, lo encontraron conveniente a punto que más bien pareciera que el proyecto de ambos -y ésta es su coincidencia fundamental- es remozarlo por la vía de la alternancia entre PRI y PAN y de un cambio en el discurso, pero sin tocar el arreglo fundamental, el heredado, salvo por lo que toca al viejo arreglo del PRI con el narcotráfico. En enero de 1989 Salinas buscó "ganar la Presidencia desde la Presidencia": usar al Ejército para dar un golpe espectacular a un viejo cacicazgo sindical -el petrolero-, para luego volverlo a recrear a su imagen y semejanza. Calderón decidió hacer algo parecido en diciembre del 2006 pero de una manera mucho más arriesgada: usar al Ejército para declararle "la guerra" al narcotráfico; la moneda calderonista aún está en el aire pues en su caso no ha logrado el equivalente del "Quinazo".
Cambiar la forma sin tocar el contenido
Hoy ya no vivimos bajo el signo de un "sistema de partido" sino que tenemos un sistema de partidos, cuya forma no es muy distinta de la que es común en muchas democracias efectivas: dos partidos grandes, uno mediano y cinco pequeños más algunos regionales. Como consecuencia de ese cambio, se modificó de manera sustantiva la característica distintiva del viejo régimen priista: la gran concentración del poder en manos del Presidente. Esta transformación se inició en la fase final del priismo clásico. Como bien lo muestran Rogelio Hernández, Luisa Béjar o Arturo Alvarado, en otros tantos capítulos de la obra sobre el México contemporáneo ya citada, y que fijan la atención en los cambios en las arenas de los partidos, los gobiernos estatales, el federalismo, los congresos y los municipios. Las reformas administrativas y los cambios económicos de los 1980 y 1990 fueron el arranque de la migración de una parte del poder histórico de la Presidencia hacia los partidos, gobiernos estatales, municipales y los congresos.
Ahora bien, ¿esas modificaciones de las formas en el ejercicio del poder han significado, también, un cambio en sus contenidos? Aquí la respuesta tiene que ser: no mucho. El sistema electoral está lejos de ser transparente y sin manipulación. En un buen número de estados, el PRI sigue aumentando cuentas a su rosario de años de dominio ininterrumpido sobre el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial: en Veracruz, Puebla, estado de México, Oaxaca y muchos más, ese monopolio ya ha cumplido 80 años y va por más. La relación entre el gobierno federal y los grandes cacicazgos sindicales -SNTE, STPRM, CTM- es hoy tan estrecha o más que en la época priista. La muy buena asociación que el priismo post-revolucionario estableció con el gran capital fue reforzada durante el salinismo y hoy se mantiene a ese nivel, no en balde, por ejemplo, el Consejo Coordinador Empresarial rompió en el 2006 la legalidad con tal de apoyar de manera efectiva a Felipe Calderón en el momento electoral crucial.
La corrupción es un campo donde se esperaba un cambio natural y sustantivo al ocurrir la transferencia de poder del priismo al foxismo-panismo, pero no fue el caso. Desde la persistencia de monopolios o cuasimonopolios a pesar de su prohibición constitucional hasta el tráfico de influencias, los contratos inflados entre gobierno y proveedores pasando por las tristemente célebres subrogaciones sin control efectivo y la omnipresente cooptación de autoridades por el crimen organizado, el lavado de dinero o la trata de personas. Y la lista puede seguir.
La impunidad, característica central del régimen autoritario priista, era otra de las arenas donde se suponía que era posible y obligado el cambio de fondo. Sin embargo, ningún "pez gordo" cayó durante el foxismo ni después. Obviamente el respeto a los derechos humanos fue letra muerta en el régimen que nos dio la "Federal de Seguridad", el 68 y el 71 -entre otros- y que se empeñó en "guerras sucias" contra sus enemigos armados, desde los cristeros hasta los neozapatistas. Sin embargo, la situación no ha cambiado mucho desde el 2000 hasta nuestros días, como lo demuestran las acciones y juicios injustos contra dirigentes de la APPO o de Atenco o con activistas como Lydia Cacho.
El campo más importante en la medición de los efectos del juego político en el mundo del ciudadano promedio es el social, el de la distribución de los costos y los beneficios de las actividades productivas. Echando mano de los cálculos sobre la distribución del ingreso monetario en los hogares mexicanos elaborados por Gerardo Esquivel -"The Dynamics of Income Inequality in Mexico since NAFTA" (PNUD, 2009)-, se puede constatar que la desigualdad social se acentuó en nuestro país a partir de la crisis del modelo económico a inicios de los años ochenta del siglo pasado y que luego disminuyó, pero sólo para volver a tener casi la misma forma que cuando el priismo clásico entró en crisis al final del gobierno de José López Portillo. Veamos las cifras; en 1984 el ingreso del 10% de los hogares más ricos equivalía a 31.9 veces el del 10% de los más pobres, pero en 1998 la cifra aumentó a ¡54.8 veces! Ahora bien, para el final del foxismo, en 2006, ese 10% de los hogares más afortunados disponían de un ingreso "sólo" 34.3 veces mayor que el del 10% de los más pobres. Esto significa que, en materia de distribución del ingreso, tras un periplo de más de 20 años, apenas si logramos retornar a donde estábamos en la etapa final del priismo clásico. Recordando un título de Shakespeare, el cambio político en México pareciera haber sido "mucho ruido y pocas nueces".
ÁLVARO DELGADO
Voto nulo: Más allá del 5 de julio
A fin de mostrar que su movimiento no es antipolítico ni se limita a la próxima jornada electoral, el martes 30 diversas organizaciones civiles, ciudadanos desencantados de los partidos, así como analistas políticos celebran la primera Asamblea Nacional por el Voto Nulo. A decir de Denise Dresser, tratarán de articularse para adquirir "capacidad de presión y de incidencia más allá del 5 de julio".
La noche del jueves 25, en una cena, Josefina Vázquez Mota, candidata a diputada federal y aspirante a la coordinación del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional (PAN), se encontró con Denise Dresser, activista del movimiento para anular el voto, y le reclamó:
–Ustedes están fortaleciendo el voto duro priista y Manlio Fabio Beltrones está muy contento...
–¿Por qué no pensaron en eso cuando negociaron con él todas las reformas y ayudaron a limpiarle la cara al priismo? –respondió Dresser.
Vázquez Mota ya no dijo nada, pero la analista interpreta que el gobierno de Felipe Calderón está "muy nervioso" porque prevé que el movimiento anulacionista beneficiará al priismo, cuando en realidad se trata de resolver un problema sistémico: la arquitectura institucional que carece de mecanismos de rendición de cuentas y sanción ciudadana.
Tal preocupación gubernamental se materializa también con la convocatoria del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a reuniones privadas para conocer la opinión de analistas, académicos y activistas sobre el voto nulo.
Dresser participó en una de ellas hace un par de semanas, en la que estuvieron además Lorenzo Córdova, Carlos Elizondo, Juan Pardiñas y Leo Zuckerman. "Inclusive quienes critican el voto nulo comparten el diagnóstico sobre la disfuncionalidad del sistema", dice Dresser.
–¿En qué términos se expresó Gómez Mont?
–No, él de hecho sólo escuchó. Fue un esfuerzo de auscultación y diálogo. Lo reconozco como tal.
El movimiento anulacionista es acusado de neutralizar el voto de castigo, no sólo a diputados y partidos, sino a los gobiernos, como el de Calderón, pero Dresser lo niega: "El PAN no está feliz con el voto nulo, no está pensando que va a evadir el voto de castigo. Al contrario, piensan que están haciendo las cosas tan bien que lo que necesitan es el voto de recompensa y que, al no darse ese, se va acabar empoderando a los priistas. Esa es la preocupación del gobierno."
Aclara: "Esto va más allá de castigar a un gobierno en particular en este momento. El voto nulo es un castigo a un sistema político que carece de elementos esenciales de representatividad y de rendición de cuentas."
–Pero afirmar que todos los partidos son iguales implica que todos son responsables, por ejemplo, del desastre económico del país…
–Esta idea de que todos son iguales no es responsabilizar a todos del desastre del país. La crítica de que todos son iguales tiene que ver con el hecho de que no tienen incentivos para rendir cuentas y tomar decisiones en nombre de la ciudadanía, ni para explicar lo que hicieron durante su paso por el poder.
Este es un extracto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1704 que empezó a circular este domingo 28 de junio.
El voto nulo se cuenta y cuenta
GUSTAVO GORDILLO/II
El argumento central en contra del voto nulo es que se deja en manos de quienes voten por determinado partido, la decisión sobre cómo y con quiénes se integrará la Cámara de Diputados. Esos otros, para estas elecciones, son sobre todo el voto duro de los tres partidos principales. De suerte que es bastante retórico decir que con el voto nulo se renuncia a escoger a nuestros representantes. Pienso que para un sector de los ciudadan@s descontentos con la situación actual, el voto nulo es bastante racional, porque no se renuncia a ejercer el derecho a votar y en cambio se envía un mensaje de repudio al conjunto de los partidos.
¿Esto lleva en sí mismo a un cambio? No, desde luego que no. Pero es lo mismo para cualquier opción de voto. Sea con un resultado electoral que lleve a la alternancia, como en 2000 o ahora con el voto nulo; los cambios sustantivos en la correlación de fuerzas vienen de una combinación de movilización social, ejercicio del sufragio y negociaciones políticas.
Las campañas de 2009 se diseñaron reconociendo la segmentación del electorado y el alto abstencionismo, a partir de estrategias minimalistas basadas en el voto duro. El PRI buscando convertirse en la mayor minoría a partir de su fortaleza territorial y el peso de sus gobernadores en la manipulación del voto. El PAN tratando de reducir su caída estrepitosa impidiendo que el PRI obtuviera una mayoría en el Congreso, usando los programas sociales y sobre todo un forma sesgada del combate a la delincuencia que convierte a contrincantes en potenciales delincuentes. El PRD tratando de controlar los daños ocasionados por su propia vocación caníbal. El PRI escogió como su tema central de campaña, su mayor capacidad para gobernar. El PAN, su pretendida eficacia en el combate al narco. El PRD no escogió tema sino semblanza de una cara amable y no rijosa.
La campaña a favor del voto nulo modificó esta dinámica. Desenmascaró el hecho que tres partidos con diferencias reales en lo programático tienen una misma forma de gobernar marginando o torpedeando las formas de participación ciudadana y reduciendo al máximo la rendición de cuentas.
¿Este movimiento por el voto nulo preludia grandes movilizaciones o es sólo un espasmo de hartazgo, un berrinche?
Los grandes movimientos en México comienzan siempre através de una movilización de opiniones. La secuencia transita del movimiento de opinión a la movilización social gracias a un pliego petitorio unificador y a una forma orgánica de representación colegiada. Pero la chispa que enciende la pradera es casi siempre alguna torpeza de las autoridades gubernamentales. En un caso un acto represivo injustificado, en otro la ausencia de una autoridad responsable, en otro más, una campaña particularmente denigrante.
Hay otro tema crucial específicamente en relación con las izquierdas. El país necesita más que nunca una amplia coalición de izquierdas. Esa no ha sido la vocación actual de la izquierda partidista. Una parte del voto nulo será también una severa advertencia para que se avance en la conformación de una amplia coalición progresista capaz de disputarle a las derechas, los destinos del país en 2012.
Finalmente los inconformes con las reglas actuales de la política no sólo están entre los que anulen su voto. Una parte de los votantes que opten por un partido y sobre todo los que voten de manera diferenciada, así como algunos abstencionistas, podrían conformar una alianza que empuje después del 5 de julio, a la transformación del sistema de partidos. Rendición de cuentas, participación ciudadana y transparencia política serán seguramente el piso común de ese impulso reformista. Por ello el voto nulo como catalizador puede ser un voto que al contarse, cuente.
Denise Dresser: 23 razones para anular nuestro voto
Junio 28, 2009
Más que un mecanismo de protesta
Porque:
1. Los votos convencionales construirán gobiernos estatales, ayuntamientos, congresos locales, jefaturas delegacionales, asamblea legislativa y una Cámara de Diputados que no tendrán el menor incentivo para rendir cuentas.
2. Los votos nulos cuentan como mecanismo de protesta, sobre todo si se levanta una encuesta de salida ¬como ha sugerido Federico Reyes Heroles¬ en la cual se puedan enlistar los motivos de la insatisfacción.
3. Los votos cuentan desde hace muy poco, en efecto, pero esa no es razón suficiente para argumentar que el sistema electoral no puede ser mejorado usando la anulación como presión. Sin duda es mejor que los votos cuenten porque en el pasado no era así, pero sería mejor aún que lograran producir una representación real que actualmente no existe y la anulación busca impulsar.
4. Existen diferentes opciones, pero las diferencias ideológicas entre los partidos ¬a la hora de gobernar¬ suelen sucumbir ante la presión de los poderes fácticos, como ocurrió con la Ley Televisa, la ley de “acciones colectivas”, la iniciativa para aumentar las multas que puede cobrar la Comisión Federal de Competencia, la reforma energética que dejó sin tocar al sindicato de Pemex y tantas más. 5. Es una falacia que los partidos se diferencíen notablemente a la hora de llegar al poder, sobre todo cuando la priización ¬el clientelismo, el corporativismo y la impunidad¬ afecta a todos.
6. Resulta una elaboración intelectual insostenible argumentar que la democracia electoral mexicana merece ser defendida sin modificaciones sustanciales que asegurarían la representación y la rendición de cuentas.
7. La derivación política de esa construcción intelectual recuerda a los discursos priistas en defensa de la “democracia a la mexicana”, que se reducía a la simple rotación de élites dentro del PRI. Ahora otros partidos participan en la rotación y el mecanismo se ha vuelto más competitivo, pero la falta de representación real, fundacional persiste debido a la inexistencia de la reelección.
8. La anulación cuenta como un instrumento válido para sacudir, presionar, exigir, y empujar a la profundización democrática que los partidos tanto resisten.
9. La anulación o el voto independiente son una forma de participación que se diferencía de la abstención.
10. La anulación se alimenta del humor público ante la persistencia de una democracia mal armada que funciona muy bien para sus partidos, pero funciona muy mal para sus ciudadanos.
11. El voto nulo tendrá tantas vertientes y pulsiones como el voto “normal”; habrá quienes anularán su voto para exigir las candidaturas ciudadanas y quienes votarán por el PRI en busca de “agua y paz”, la promesa difusa de Fausto Zapata en el DF.
12. El voto nulo expresará ¬en efecto¬ hartazgo, desencanto y malestar; el primer paso para diagnosticar lo que le falta a la democracia mexicana e impulsar los cambios indispensables.
13. El movimiento nacional en favor del voto nulo sin duda necesita articular una plataforma mínima de demandas consensadas, que traduzcan el agravio en propuesta. Pero el agravio existe y es legítimo; basta con ver la última encuesta del periódico Reforma en la cual el 79 por ciento de los encuestados cree que los partidos actúan siguiendo sus propios intereses. Sólo el 12 por ciento piensa que vigilan los intereses de los ciudadanos que representan.
14. Los padres y las madres del voto nulo sin duda tienen en común eso: malestar. Ese malestar que es componente fundamental de la democracia participativa, en la cual los ciudadanos se organizan para componer algo que no funciona o exigir derechos que han sido negados. Subestimar ese malestar es no entender la realidad del país.
15. Votar construye la punta del iceberg civilizatorio, pero anular el voto también lo hace. Constituye un acto de deliberación tan válido como el voto tradicional, y representa una forma de participación política pacífica, ciudadana, que bien encauzada puede contribuir a ampliar las libertades conquistadas durante las últimas décadas.
16. El mundo de la representación real aún no se logra en un país que no ata a los legisladores a las demandas y preocupaciones de los ciudadanos. Es cierto, hay más pluralidad política, pero eso no es suficiente. Y no queda claro que los ciudadanos puedan mejorar la democracia mexicana tan sólo votando, ya que las demandas pendientes son ignoradas por los partidos una vez que llegan al poder.
17. El voto ha sido un instrumento inmejorable para ampliar el ejercicio de las libertades. Pero no es el único instrumento. La política no puede ni debe transitar exclusivamente por la votación por o la participación en un partido, aunque Felipe Calderón y otros crea que es así. Las democracias funcionales se nutren de muchas fuentes de participación que buscan precisamente obligar a los partidos a hacer suyas demandas que de otra manera ignorarían.
18. Y sí, los que llaman a anular el voto tendrán que organizarse más allá del 5 de julio, pero eso no significa que deberán hacerlo en un partido. Quienes sugieren eso demuestran una visión demasiado estrecha sobre el funcionamiento de la democracia.
19. El voto nulo tiene el tufo del desprecio no a la política como actividad en sí, ya que el movimiento está haciendo política al convocar y organizar como lo hace. Lo que el voto nulo critica es la forma prevaleciente de hacer política partidista en México hoy.
20. El voto nulo no implica un acto de abandono de la plaza; de hecho busca ocuparla en nombre de una ciudadanía a la cual se le han negado derechos que forman parte de las democracias exitosas del mundo; derechos como la capacidad de sancionar a un diputado y removerlo del poder, las candidaturas ciudadanas, el plebiscito, el referéndum, y la revocación del mandato, entre otros.
21. Los preocupados por la vida política del país están obligados a generar diagnósticos y propuestas de reformas, fórmulas de organización, agendas que graviten sobre la toma de decisiones, mecanismos de rendición de cuentas. El problema es que los primeros en asumir esa responsabilidad deberían ser los partidos, pero no lo hacen. No tienen el menor incentivo para modificar la situación política actual. Y precisamente por ello, el voto nulo está intentando crear una trama civil que eleve la presencia de las organizaciones y las propuestas que emergen de la sociedad.
22. Los propios partidos han incorporado a sus listas a ciudadanos no afiliados a ellos, pero es no basta para modificar el andamiaje institucional, ni para permitir las candidaturas ciudadanas independientes que podrían airear al sistema.
23. Porque como escribe Milan Kundera, “todo lo que es puede no ser”. Y ojalá lleguemos al momento en que lo que es deje de ser. Espero que un día nos encontremos con partidos obligados a representar ciudadanos, elecciones que sirvan para algo más que rotar élites o familiares, un Congreso plural que no se doblegue ante los poderes fácticos en cada negociación legislativa, una división de poderes real y súmele usted.
Esperanza marchita
Ahora bien, si usted quiere tachar la boleta en favor de un candidato en vez de anular su voto o votar por “Esperanza Marchita”, hágalo. Está en su derecho. Piense, sin embargo, en que probablemente jamás volverá a ver al diputado por el cual votó porque ¬en este sistema democrático trunco y parcial¬ usted no le importa.
Él o ella dirá que lo representa cuando en realidad no podrá hacerlo. ideasypalabras@prodigy.net.mx
Los de arriba contra los de abajo
SABINA BERMAN
La idea del voto nulo se expandió por contagio entre los ciudadanos comunes, como se expanden los cambios en el lenguaje o como se expanden bajo la tierra los túneles de un hormiguero. Sin un control central, sin un caudillo iluminado, sin un gasto millonario en spots de TV: espontáneamente y sin meta preestablecida, nada más porque es una buena propuesta.
Una buena propuesta: la que más justamente empata con un hartazgo a la oferta de políticos en nuestro país y que, sin embargo, no bota al demonio el sistema electoral, ahí lo deja por si surge una oferta atractiva.
De las reuniones de amigos, la buena idea de anular el voto trepó a internet en un video tomado en Monterrey llamando a votar por el Papanatas. Luego trepó a las columnas de los periódicos; después a los programas de opinión de radio y TV. Simultáneamente, en internet, en esa reunión de millones de usuarios amistosos –friendly users, se dice en inglés–, en ese hormiguero de ideas variopintas, ya convivían nuevos videos firmados por colectivos. Según me parece, fueron apareciendo: Tache a todos, Voto blanco, Dejemosdehacernospendejos.com., y otra decena.
Como para llorar de la risa: Los jeques de la política, encerrados dentro de su viejo pensamiento autoritario, no pudieron reconocer la novedad de un movimiento social sin dueños, algo que parece ser la característica de los movimientos de este siglo que nace, el siglo de internet.
Los jeques políticos reaccionaron en una (para mí) graciosa (para otros indignante) danza de señalarse con el dedo entre sí. El jefe del PAN acusó a los resentidos amloístas de organizar el contagio. AMLO acusó de lo mismo a la derecha, o sea al PAN. La presidenta del PRI acusó también al PAN de provocar con su guerra sucia la enajenación de los votantes. Nada más no les entraba en la cabeza que algo se organizara fuera de su círculo de mandamases.
Por fin los ocho jefes de los partidos grabaron juntos un video para internet contra el voto anulado. Y para dar un acorde furioso (o autista), el jefe del PAN amenazó a los anulistas con la llegada de un dictador que nos vendría a castigar a todos los mexicanos.
O sea, si los de abajo no vamos dócilmente a votar por alguno de los candidatos que nos ofrecen los de arriba, vendrá un ogro a disciplinarnos.
No es que sea ridícula la posibilidad: en la historia de América Latina es bastante común. Los políticos civiles sacan al ejército a las calles para imponer el orden y cualquier día a un general de cinco estrellas se le ocurre que habría más orden, de ese orden simplote impuesto por el terror que provocan las armas, si él “gobernara” directamente –traducción: si él aterrara personalmente.
En fin, el siguiente es el marcador a estas fechas: Si mañana fuese la elección y el voto nulo fuese un partido, sería la tercera o cuarta fuerza política del país. Las encuestas muestran que el 15 % de los votantes anulará su voto, lo que no está nada mal para un movimiento sin dinero, sin publicidad, sin acarreados, nacido haces escasos dos meses.
Mientras tanto, por el lado ciudadano, varios articulistas se han propuesto organizar la ola del voto nulo en exigencias concretas a la clase política. El voto nulo, interpretan, es una petición ciudadana de correcciones al sistema electoral, para volver más dinámica la interacción entre gobernados y gobernantes. Pueden distinguirse algunos puntos en que los articulistas vienen coincidiendo: eliminar los diputados plurinominales; posibilitar las candidaturas de ciudadanos sin partido; y establecer la reelección, la revocación de mandato y el referéndum.
Cierto, estas reformas en efecto “refrescarían” la interacción entre los de arriba y los de abajo, para usar la elegante expresión de José Antonio Crespo; y como lo pidió René Delgado en una columna del periódico Reforma, los legisladores actuales harían bien en proponerlas y aprobarlas todavía en esta legislatura, en un período extraordinario. Sería una respuesta que mostraría que los de arriba son todavía capaces de reaccionar con oportunidad al sentimiento de los de abajo.
De cierto, los senadores anunciaron el lunes 15 que la reforma electoral vigente será revisada, aunque por lo pronto sólo citaron a mesas de discusión, donde se tratará ese y también otros temas.
Así que el jefe del PAN nos amenaza con un autoritarismo peor si no aplaudimos el autoritarismo panista. Los senadores nos prometen que tal vez van a reformar algo algún día que será cuando ellos dispongan. Y el voto nulo sigue creciendo.
Propongo aquí una idea de un grupo de ciudadanos menores de los 30 años. Ellos piensan que el gran suceso de esta elección del 2009 ya ha sucedido y es, precisamente, el movimiento para anular el voto, que está siendo en sí mismo un gran ejercicio de democracia desde abajo y podría saltar a ser una novedad de verdad radical.
Se preguntan: ¿Qué pasaría si el mecanismo que ha logrado la rapidísima propagación del voto nulo se usara para votar las cosas públicas?
Ponen un ejemplo. Digamos la despenalización del aborto que ahora se discute en varios Congresos estatales. Supongamos que luego de la discusión pública en un determinado Congreso, donde se airean los pros y los contras de la despenalización, se pone la ley a juicio del voto popular por internet.
Se dirá que no todos los ciudadanos tienen acceso a internet. Responden: pero fácilmente se podría darles acceso la semana de la votación, a través de los cafés de internet o instalando una computadora con red para cada X miles de ciudadanos. Se dirá: habría que inventar todo un sistema para garantizar la calidad de una elección así. Responden: pues se trata de inventar nuevas formas, precisamente. Y agregan: Si los bancos han ideado cómo un usuario puede mover dinero por internet, con certeza de no ser robado, ¿por qué no podría votarse por internet?
Pongo otro ejemplo, este más peligroso para el sistema autoritario. Supongamos que se discute otra vez la ley de telecomunicaciones en el Congreso federal y luego de la etapa de debate se abre el voto a los ciudadanos por internet.
Se me dirá que eso convertiría a los diputados en meros expertos en debates y redactores de leyes y les quitaría el espacio para negociar sus votos entre sí y con los poderes fácticos. Se me dirá que eso los despojaría de su privilegio actual de actuar de espaldas al bien común y de cobrar para su beneficio personal millones de pesos. Se me dirá que, en suma, eso voltearía la pirámide de la política, pondría a los millones de electores arriba y a los servidores públicos abajo, ahora sí sirviéndolos. Sería espléndido, ¿no es cierto?
EL VOTO Y EL TACHE
José Luis Tejeda
Un fantasma recorre México, el fantasma del abstencionismo. Todos los partidos políticos, los actores y fuerzas sociales y políticas, las instituciones nacionales y los poderes fácticos se han puesto de pie para llamar a votar por una de las opciones partidistas existentes. Desde los jerarcas de la iglesia católica hasta los reductos de la izquierda realmente existente, han elevado el grito al cielo contra los abstencionistas y los que han rechazado el proceso electoral del 2009. Y es que ahora más que abstencionismo se trata de una tendencia creciente hacia el anulacionismo electoral. Lo cual hace que se agraven las tendencias de rechazo a las opciones partidistas existentes, a la clase política y al sistema político mexicano.
Es evidente que el abstencionismo siempre ha existido y se da tanto en democracias frágiles e incipientes como la mexicana, que en regímenes democráticos consolidados. Dichas democracias funcionan con una dosis tolerable de abstencionistas, que se ven neutralizados y contrarrestados por otras franjas de votantes activos que al manifestar su adhesión a tal o cual candidato o partido, avalan las reglas del juego y el mecanismo político en su conjunto. Si fuiste a votar y perdiste estás obligado a someterte al juicio mayoritario de las urnas. Si has ido a votar y ganaste, con más razón debes apoyar y adherirte a la corriente mayoritaria y a la opción de gobierno en turno. El abstencionismo en tanto es una muestra de apatía, indiferencia y desencanto con los procesos políticos y electorales, que lo mismo permite que las opciones políticas gobiernen, decidan y resuelvan sin alguien enfrente y sin oposición, que expresa muestras crecientes de extrañamiento y enajenación hacia el poder público. Lo cual desemboca en democracias cada vez más minoritarias, restrictivas y vacías, que por esa vía van dejando de serlo. De ahí que siempre hayan existido grupos de abstencionistas activos, que llamaban abiertamente a no votar o ni siquiera ir a las urnas porque se le consideraba inviable o porque no había confianza en el proceso y en los resultados del mismo. Los grupos antisistémicos y extremistas de la derecha y la izquierda han sido los grupos que por naturaleza ideológica y política tienden a desconfiar y rechazar los métodos y los procedimientos democráticos, cerrando una pinza que amenaza la sobrevivencia de las democracias modernas.
Lo nuevo del asunto en México es que los abstencionistas naturales se ven igualados y superados por miles y miles de anulacionistas de ocasión y desafectos con el sistema político mexicano, que cimbran la estructura misma del poder en México. Si esta fuerza de los “sin partido”, de los anulacionistas se volviera creciente y alcanzara proporciones mayoritarias estaría en juego el futuro del sistema político mexicano y de su clase política. Si el número de abstencionistas y anulacionistas fuera superior al de los que están jugando a representar a todos los demás, queda en predicamento el fenómeno de la representación tal como lo hemos conocido. De ahí que los partidos registrados grandes y pequeños, hagan llamados crecientes a que se mantenga la fidelidad a los actores y las fuerzas políticas reglamentarias. La lógica tradicional era de mercados electorales cautivos y de premios y castigos entre los actores y fuerzas políticas registradas. Si el PRI siempre ganaba, votabas por el PAN para dejar testimonio de la oposición. Si el PRI fallaba, se formaba el PRD y te ibas con los del sol azteca. Si se había llegado al hartazgo del PRI, había que votar por el menos malo para que ganara el PAN. Si los azules en el poder hacían lo mismo que el PRI o resultaban peores que éste te regresabas al PRI o dabas el salto al PRD. Si éste nos recordaba un día si y otro también que viene del PRI y que no oculta sus simpatías por las dictaduras de izquierda, volvíamos la vista hacia los partidos pequeños. Y si la chiquillada, resultaba con todas las mañas de los partidos grandes y sin sus masas, pues la cosa era que apoyábamos a partidos de vividores. En suma, el juego de los partidos se iría acabando. Así hasta llegar al suicidio político colectivo más anunciado en el 2012: el regreso del PRI a la presidencia de la república, la restauración de un autoritarismo con tintes mafiosos y la destrucción de la democracia.
Cómo llegamos a esta situación? Cómo es posible que el derecho al voto, que tanto nos ha costado a los mexicanos, lo veamos como una nulidad aún antes de emitirlo? Quiénes sabemos que el voto ciudadano no ha sido una concesión graciosa del poder, entendemos el potencial que tiene y cómo se ha convertido en una de las pocas herramientas de los ciudadanos para incidir en la situación nacional. El caso es que ahora no hay por quién votar. Si miles de ciudadanos han decidido dar un tache a los partidos políticos, a la clase política y al estado que guarda el sistema político actual, es porque se han ido cerrando las opciones. En principio, el abstencionismo y el anulacionismo obedecen a causas diferentes y cada uno de los electores ejerce el derecho ciudadano a tachar a todos los partidos, a votar en blanco o simple y llanamente a no acudir a las urnas, con motivaciones distintas. En algunos países se considera como obligatoria la asistencia a las urnas. Como el voto es secreto el derecho a la anulación se mantiene aún estos casos. En México, se ha considerado el abstencionismo como un acto desleal y poco cívico. A últimas fechas, y en aras de fortalecer el régimen democrático incipiente se convocaba a las urnas y se promovía la participación electoral. El llamamiento al voto nulo o en blanco, modifica los parámetros del juego político y electoral, porque se trata en muchos de los casos de grupos democráticos inconformes con las insuficiencias y carencias del sistema político o que están sumamente molestos con las acciones, las decisiones y el comportamiento de los partidos políticos y sus grupos dirigentes. Y no hay para donde hacerse. La última mal llamada reforma electoral aprisionó a los ciudadanos a optar y escoger entre propuestas gastadas, sin margen para generar nuevas alternativas políticas o para expresarse más allá de unos canales restrictivos. Así que el voto nulo o en blanco es un llamado de atención para profundizar en los cambios democráticos en el país y no para debilitar un régimen democrático, que de por sí se ha quedado corto ante los requerimientos nacionales y se duda que hayamos traspasado el umbral de ser una democracia plena.
Si revisamos lo que sería la franja de abstencionistas y anulacionistas que están inconformes con el estado del sistema político mexicano entenderíamos lo que ocurre. El cambio democrático se ha ido frustrando y la apropiación del mismo por camarillas adueñadas de los partidos políticos han cerrado las opciones. Se viene de un proceso democrático tortuoso en que se alcanzó la neutralización de las autoridades electorales, el sufragio efectivo y la alternancia partidista, en lo que se consideran como avances indudables en materia electoral. Y sin embargo, el viejo régimen y la subcultura del priísmo se han reproducido en todas las expresiones partidistas, quedando una sensación de continuidad, de que todos se han vuelto iguales y que se acaba con la sustancia de los cambios y las transformaciones de fondo. Queda una estructura de poder duro, que sólo se ha recompuesto y que convierte la vida democrática en una ficción. El simple hecho de que la reforma del Estado la encabece uno de los jefes de la vieja policía política priísta nos habla de los alcances del cambio democrático en México. El hecho de que la delincuencia organizada haya penetrado desde estructuras familiares hasta la policía y los militares, pasando por los partidos políticos, nos indica hasta donde nuestra democracia está secuestrada por poderes fácticos y extralegales que hacen y deshacen a su antojo. Si reparamos en el hecho de que la impunidad permea en todos los niveles de la vida nacional y que nos están habituando a vivir en la injusticia y en la impudicia, con exoneraciones a expresidentes responsables de crímenes deleznables y con gobernadores impresentables que se mantienen a sus anchas más allá de lo que diga la opinión pública, nos daremos cuenta de que los avances son mínimos. Si tomamos en cuenta que hay zonas del país militarizadas en que tendríamos que buscar con una lupa los ciudadanos libres que sobreviven al desastre, habría que ver si sirve de algo ir a votar por una opción política, mientras las partes duras del viejo sistema político mexicano sólo se han recompuesto y amenazan con restablecer la normalidad autoritaria en el país con el retorno del PRI a los Pinos. Los grupos duros del viejo sistema político mexicano se han propuesto desgastar el proyecto democrático, hacer que nos desencantemos del mismo y pidamos a gritos por el regreso de los corruptos que si sabían gobernar, que nos acostumbremos aceptar la impunidad como un mecanismo normal del sistema político mexicano y nos sometamos a los poderes fácticos realmente existentes que en realidad controlan el país y sus regiones. En ese mismo tenor, se entienden las apuestas cínicas y descaradas que hablan de los arreglos con la delincuencia organizada como si fuera algo inevitable e ineludible, en lo que significa la renuncia de un país al ejercicio de la justicia y la aplicación de la ley.
Finalmente, el voto anulado sirve de algo? Es evidente que para fines prácticos sólo llega a incidir sobre los porcentajes de votación que se asignan a los partidos políticos, lo cual tiene un efecto más simbólico que otra cosa. Así que la repercusión se da en lo simbólico y en los márgenes de legitimidad de los partidos políticos y de los representantes populares. Por supuesto que les afecta y les importa si porciones significativas manifiestan su extrañamiento ante los procesos políticos y electorales. En la medida en que es un fenómeno difuso, se pierde su eficacia y resultan inútiles los intentos por asumir una “representación” del voto nulo o de los “sin partido”, como se ha pretendido hacer con expresiones políticas que quieren medrar con el fenómeno. Aun más absurdo resulta querer resolver la crisis de la representación, con un reforzamiento de la misma, a través de figuras no precisamente democráticas como la reelección. Resulta que a la clase política que se quiere castigar con el voto nulo, se le premia con la reelección, lo cual es una incongruencia ¿No es la reelección una de las causas por las que se acusa al chavismo de ser antidemocrático? Es neoporfirista asegurar que no hay problema si un diputado se perpetúa en el poder durante 40 años, siempre y cuando el pueblo se lo demande. ¿Este mismo argumento se puede utilizar para gobernadores o presidentes de la república? ¿No es una herramienta para cerrar la movilidad política, de por sí obstruida en el país? Lo que resulta obvio, es que desde el momento en que se quiere capitalizar el voto abstencionista o nulo, se gesta un nuevo movimiento o partido político, que implica la articulación de intereses públicos y se pretende reconectar a los inconformes y los indecisos con los procesos políticos y electorales. Todo esto será motivo de polémica y controversia en los meses y años por venir. Lo que es un hecho es que el voto nulo ha entrado en acción y se manifiesta con más fuerza en el 2009 y hay que ver si se convierte en un fenómeno creciente o se logra reconectar con los procesos políticos legales e institucionales con vistas a las elecciones estatales o con el anunciado plebiscito del 2012: aceptaremos los mexicanos volver al yugo priísta del pasado y si eso no es así, que tipo de horizonte político construiremos en común. Será posible revertir el desencanto del 2009 en una renovación democrática hacia el 2012. Si eso es así, se va a dar más allá de los partidos políticos actuales y del juego político restrictivo que nos han impuesto.
Y SIGUE EL VOTO NULO DANDO
Juan Pardo
El voto nulo tiene, efectivamente, el significado que se señala en el resumen que envié; pero debo aclarar que es sólo la mitad de esa revolución pacífica que se pretende o quizá menos de la mitad, apenas se empieza un movimiento social, y ya el sistema empieza a mostrar sus reacciones: empresario de Nuevo León que propone a nivel nacional hacerle contra al voto nulo proponiendo una cadena que consiste en que cada ciudadano que va a votar lleve a 10 ciudadanos más que si votarán, declaraciones de leguleyos que casi hacen creer que es un delito no ir a votar o votar en blanco, políticos que nos asustan diciendo que si votamos en blanco o anulamos el voto le haremos el favor a la derecha, al PRIAN, el presidente convocando a votar, hasta un conocido cantante de narcocorridos local que nos invita a votar o casi nos raya la madre si no lo hacemos... en fin, reacciones veremos y oiremos.
Pero no debemos olvidar que así empezó la Revolución Mexicana... que hace casi 100 años (4-VII-14), un mexicano, Flores Magón, proponía ya lo mismo, desde su visión anarquista, dentro de una revolución que se gestaba y que después no tomó en cuenta el voto popular, y nos hizo creer que cada día éramos más democráticos, hasta llegar a lo que somos. No debemos quedarnos en la mitad del camino, que no sea tan pacífica, mejor dicha TAN INGENUA, hemos de buscar y crear mejores y nuevas soluciones, desde aquí debemos rechazar, desenmascarar, proscribir, y hasta penalizar, lo que hace fuerte a este sistema electoral corrupto: el voto corporativo, el voto clientelar, el voto como mercancía, el voto por presión mafiosa, etc.
El asunto es: ¿Cómo acabar de matar a las instituciones inservibles, corruptas, corporativas, etc.? ¿Cómo ponerle dientes a la ciudadanía con la revocación del mandato, plebiscito, referéndum, o mecanismos para que rindan cuentas?; Aquí es donde puede iniciarse con una innovación real del sistema "democrático"... Todo eso ya lo decía Ricardo Flores Magón:
"El capitalismo ríe cuando el trabajador emplea la boleta electoral para conquistar su libertad económica; pero tiembla cuando el trabajador hace pedazos, indignado, las boletas, que sólo sirven para nombrar parásitos, y empuña el rifle para arrancar resueltamente de las manos del rico, el bienestar y la libertad. Ríe el capitalismo ante las masas obreras que votan, porque sabe bien que el Gobierno es el instrumento de los que poseen bienes materiales y el natural enemigo de los desheredados, por socialista que sea; pero su risa se torna en convulsión de terror cuando, perdida la confianza y la fe en el paternalismo de los gobiernos, el trabajador endereza el cuerpo, pisotea la ley, tiene confianza en sus puños, rompe sus cadenas y abre con éstas, el cráneo de las autoridades..."
El Colectivo “Participa votando, protesta anulando” conformado por organizaciones civiles y ciudadanos independientes, manifiesta su preocupación ante la campaña de desprestigio al voto nulo impulsada por cámaras empresariales y líderes de la Iniciativa Privada. Suscritos al movimiento Cadena Ciudadana, la Canaco, la Caintra y la Coparmex de Nuevo León, promueven “el acarreo positivo” según el propio Marcelo Canales, Presidente de la Coparmex, para promover entre sus empleados el votar aunque sea por el menos peor.
En una carta a sus empleados, los patrones enlistan diez argumentos para inhibir la intención del voto de protesta, o voto nulo. Recordemos la amonestación que el Consejo Coordinador Empresarial recibió del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación cuando en 2006 utilizó su autoridad y sus recursos para difamar a un candidato. Como entonces, argumentando que no dicen por quién sí votar, chantajean con que quien anule su boleta estará causando un grave daño a México.
El voto nulo es legal y legítimo. No creemos que esto sea ignorado por los empresarios. Como tampoco creemos que no estén enterados de que el voto es libre, secreto y directo. En este sentido nadie que ostenta algún tipo de autoridad sobre nosotros, ni el jefe, ni los curas, ni los gobiernos, pueden decirnos cómo votar.
Queremos dirigirnos a los obreros y obreras, al equipo administrativo, a los prestadores de servicios, a los profesionales de algún oficio, a los oficinistas, transportadores, a todos los trabajadores y trabajadoras de Nuevo León: denunciemos ante la FEPADE a las autoridades o a las personas que intentan inhibir nuestro derecho a decidir libremente nuestro voto. Si el jefe o la jefa son tan autoritarios que no se puede realizar un intercambio de ideas con ellos, recordemos que el voto es secreto y que una vez ocultos en la cortinilla de la mampara debemos otorgar un voto reflexivo y conciente, sin importar si anulamos o votamos por alguno de los candidatos.
Refrendamos nuestro llamado a las personas que están pensando no asistir el 5 de Julio a las casillas a que participen votando y que protesten anulando. Al resto de la comunidad lo invitamos a realizar un voto reflexivo y a no transgredir su conciencia.
A la opinión pública:Como grupo de ciudadanos preocupados por el desarrollo de los últimos procesos electorales, todos ellos plagados de guerra sucia, acuerdos violados, manipulación de la ley en beneficio de candidatos o partidos, lo cual no está asociado con la idea de un estado democrático, hemos decidido tomar acciones desde el sistema para expresar nuestro descontento, nuestro repudio y nuestro hartazgo ante el secuestro de los partidos políticos de la práctica democrática en nuestro país.
Actualmente el sistema electoral está al servicio de los partidos, y éstos lo han aprovechado muy bien, obteniendo privilegios, tomando decisiones tomando en cuenta no el bien común, sino los intereses partidistas.
Por ellos, nosotros, ciudadanos conscientes, algunos participantes de organizaciones de la Sociedad Civil, nos proponemos también utilizar el sistema electoral, así como está, para manifestar nuestra opinión, que a final de cuentas eso es el voto: si no hay un candidato digno de nuestra confianza, anular votando por un candidato no registrado (Papanatas, Esperanza Marchita), o simplemente cruzar la boleta. El mensaje es: no hay un candidato que me pueda representar, que represente mis intereses, entonces voto por nadie, o voto por Papanatas, o voto por Esperanza Marchita.
Rechazamos enérgicamente la campaña de los organismos patronales, quienes en una carta a sus afiliados instan a hacer labor entre los trabajadores para votar, es decir, ejercer el derecho al voto, pero por alguien registrado, "aunque sea el menos malo". ¿Esto es lo que nos merecemos los mexicanos? ¿Que nos gobierne el menos malo? ¿Que nos gobierne quien violó la ley renunciando a su puesto para aspirar a otro cargo de "elección popular"?
El pueblo de México merece un gobierno honesto, transparente, que responda a las necesidades de las mayorías, que incluya a las minorías, que busque el bien común. No lo tenemos hasta el momento. Se nos dice: Es cierto, es una lástima, por eso te pido que votes por el menos malo.
Nosotros decimos que ya basta. Invitamos a la ciudadanía a expresarse mediante el voto libre, individual y secreto. Asimismo, señalamos que de todas las opciones, desde la muy mala hasta la menos mala, existe una más: anular el voto como medida de expresión en el sentido de que los partidos no tienen nada qué ofrecernos.
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