jueves, 18 de junio de 2009

Elecciones en México: espejo de la crisis

Elecciones en México: espejo de la crisis

De cara a las elecciones en México que renovarán la Cámara de Diputados, gobiernos estatales y alcaldías, ha surgido un movimiento de voto nulo para protestar contra la clase política, afirma un reporte de la FES.


Elecciones en México: espejo de la crisis
De cara a las elecciones en México que renovarán la Cámara de Diputados, gobiernos estatales y alcaldías, ha surgido un movimiento de voto nulo para protestar contra la clase política, afirma un reporte de la FES.


El próximo 5 de julio se elegirán los 500 diputados para conformar la Cámara de Diputados. Unos 300 serán electos a través de sistemas uninominales y 200 a través de listas plurinominales, además de las elecciones de 6 gobernadores y elecciones municipales en 13 de los 31 Estados, más el Distrito Federal (Ciudad de México), que constituyen la República Federal.

De cara a la recesión proveniente de Estados Unidos, que ha golpeado con fuerza a la economía mexicana; los crímenes cada vez más brutales por parte de narcotraficantes que se disputan el territorio, así como la irrupción de la nueva gripe de influenza (A H1N1) que se ha encarnizado con la población mexicana como con ninguna otra, el movimiento del voto nulo se ha convertido en una esperanza para muchos ciudadanos, hartos de la clase política mexicana, según un análisis realizado por Svenja Blanke, de la Fundación Friedrich Ebert (FES) en México.

La autora escribe que es la ciudadanía la protagonista de este movimiento. Jóvenes furiosos, comentaristas hartos de “siempre lo mismo”, expresan a través de blogs en Internet su frustración y rabia y su rechazo a la clase política y esperan que una gran cantidad votos anulados se convierta en un mensaje político que no pueda ser ignorado por los actuales gobernantes.


Mínima expresión democrática

La joven democracia mexicana, a los ojos de este movimiento de protesta y de la mayoría de analistas, se ha reducido a su mínima expresión, permitiendo la participación sólo de los partidos políticos y sus representantes. El representante más destacado de esta opinión en José Antonio Crespo, intelectual e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), quien habla de una abstención del voto activa, que nada tiene que ver con la abstención por apatía.

De otra opinión es quien fuera director del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg, quien asegura que este movimiento está predestinado al fracaso, pues con ello se deja a otros votantes la elección sobre la composición de la Cámara de Diputados.

Pese a los graves problemas y desafíos que enfrenta el país, la diversidad política es uno de los grandes logros tras casi 70 años de dominio político del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sin embargo, el proceso de democratización se ha desgastado. Los conflictos al interior de los partidos los han alejado de la población y sus necesidades. La reciente declaración del ex -presidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), quien advirtió que el sistema político necesita la “impunidad” para sobrevivir, muestra el sentimiento de impotencia que impera entre la ciudadanía.


El peligro de la dependencia hacia EEUU

La autora advierte que en tiempos de crisis el peligro de la dependencia del mercado mexicano hacia Estados Unidos es más claro que nunca. Si el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá de por sí no ha tenido un efecto positivo para la mayoría de las familias mexicanas, las consecuencias de la actual crisis se sentirán aún más, sobre todo para la clase trabajadora. De hecho ya están presentes: menos capacidad de compra, una mayor precariedad de las condiciones de trabajo y mayor desempleo.

Por si fuera poco la epidemia de influenza (A H1N1) tendrá probablemente consecuencias fatales para el sector turístico que hasta ahora ha generado un ocho por ciento de los ingresos del Estado, así como dos millones de puestos de trabajo.

Es por ello, señala Blanke, que el descontento tiene causas políticas, económicas y sociales. No hay crecimiento económico, las condiciones de vida han empeorado agravando aún más la desigualdad social y económica existente. Adicionalmente, a nivel local se mantienen las estructuras políticas autoritarias que producen una impotencia ante poderosos grupos de intereses.

El anhelo de una mayor participación política y social que estuvo asociado al cambio de poder del PRI al Partido Acción Nacional (PAN) ha dado paso a un creciente y alarmante distanciamiento entre la tradicional clase política y los ciudadanos. Una reciente encuesta reveló que un 84 por ciento de la población desconfía del poderoso vecino del norte y que demanda del Estado la recuperación del monopolio de poder. Sin embargo hay escepticismo en cuanto a la efectividad de las instituciones estatales a nivel federal, estatal y municipal. Muchos ciudadanos no confían en la capacidad del Estado para protegerlos de la inseguridad. Están convencidos incluso, de que el Estado es a menudo la fuente de violencia o lo que la provoca.


Menos adeptos a una solución militar

La esperanza de una solución militar a la lucha contra el narcotráfico impulsada por el presidente Felipe Calderón y apoyada inicialmente por la mayoría de la población, decae rápidamente. La consolidación de la joven democracia está amenazada adicionalmente por cotidianas violaciones a los derechos humanos a nivel local así como en los Estados de Oaxaca, Guerrero y Chihuahua por parte de los cárteles de la droga en combinación con la impotencia del Estado.

La autora concluye señalando que en el país existen condiciones ideales para la existencia de la criminalidad organizada. Por un lado la cercanía con Estados Unidos, país que registra la mayor demanda mundial de drogas y mercado natural de los cárteles mexicanos, y por otro, la pobreza imperante en la mayoría de los municipios, que se convierte en la base social del crimen.

Pese al potencial económico del país, todavía entre 40 y 45 por ciento de los 110 millones de habitantes viven en la pobreza, de ellos, un 18 por ciento vive en la extrema pobreza. Así las cosas, la criminalidad organizada genera empleos en un país en donde cientos de miles buscan un mejor ingreso y emigran a Estados Unidos. Muchos jóvenes, sobre todo varones, ingresan al “narco” que les promete un ingreso mensual así como una red social.

Los resultados no se prevén favorables. Una gran abstención electoral, una izquierda debilitada encabezada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y un fortalecimiento del PRI tras el descalabro del 2006, tendrá como resultado que ningún partido tendrá una mayoría en la Cámara de Diputados durante los próximos tres años. Serán postergadas necesarias reformas, entre ellas, una mayor igualdad de oportunidades, un nuevo régimen fiscal y más derechos laborales así como una mayor autonomía sindical, todo esto y más quedará pendiente, advierte el análisis.

Autora: Eva Usi
Editor: José Ospina Valencia

http://www.dw-world.de/dw/article/0,,4335914,00.html




José A. Crespo
Lo firmo y… ¿lo cumplo?


“Prometer no empobrece”, dice el adagio popular. De hecho, es una recomendación que hacía Maquiavelo al príncipe: cuando te convenga hacer una promesa, no dudes ni un momento en ello. Pero cuando cumplirla perjudique tu interés, y nada te obligue a hacerlo, basta con tirar el ofrecimiento al caño. Algunos ciudadanos inconformes con el régimen actual de partidos, pero incómodos con la abstención y la anulación del voto, han decidido buscar un compromiso con candidatos específicos como condición previa para votar por ellos. Compromisos sobre reformas que les gustaría ver realizadas. Es el “voto comprometido”. Están en su derecho. El diagnóstico sobre el sistema de partidos lo compartimos anulistas y comprometidos, así como las propuestas básicas. Pero la estrategia anulista no los convence. Y a los anulistas, el voto comprometido, tampoco. Cada quien ofrece sus razones.
Hay grupos cívicos en San Luis Potosí que han solicitado a los principales candidatos a gobernador firmar una “carta compromiso”, misma que gustosos han signado. Eso podría darles a esos candidatos un voto decisivo, al fin que, una vez en el poder, podrían aplicar el consejo de Maquiavelo: no tienen por qué cumplir, pues los ciudadanos defraudados no tendrán mecanismos con qué sancionarlos (más allá del repudio público que, al parecer, no les preocupa mucho a nuestros políticos). En dicha carta-compromiso, se lee, por ejemplo, por parte del signatario: “Actuaré todo el tiempo con honradez, probidad y austeridad, y les exigiré lo mismo a todos los miembros de mi administración”. Sí, claro. En lo mismo está Alejandro Martí, quien hace meses advirtió: “Si no pueden, renuncien”. No han podido, pero no han renunciado. Sin embargo, Martí, en todo su derecho, vuelve a creerles. Dice que vigilará cercanamente el desempeño de los candidatos que firmen sus compromisos (algo de por sí complicado). Si no cumplen, los denostará públicamente, lo que no les va a impedir saltar al Senado u otro cargo. Les bastará para ello quedar bien con sus jefes políticos, no con Martí. Por eso creo más eficaz una fuerte presión sobre los partidos a través de un voto de protesta. ¿Que no cumplen? Quizá, pero es más probable que lo hagan que con un “voto comprometido”. Al menos, habrán recibido de ya un golpe a su legitimidad, que los puede orillar a tratar de recuperarla.
Los partidos prefieren el voto comprometido, desde luego. Dice la publicidad del PAN: “Yo voy a votar por acciones, no promesas”. Pues precisamente al sufragar por algún partido en las actuales condiciones, lo que se compra son promesas, pues no contamos con nada para hacerlos cumplir después (salvo volver a votar dentro de tres años por otros candidatos, en espera que, ahora sí, cumplan lo que ofrecen). Alejandro Gertz Manero, en un promocional en el que hace una dura crítica a los partidos —y que yo suscribiría plenamente—, afirma: “Todos los días recibimos una mala noticia y una falsa promesa”. Cierto, pero la adhesión a su proclama se desvanece al saber que lo patrocina un partido. ¿Acaso ese partido sí cumplirá lo que ofrece, cuando no lo ha hecho antes? Una atractiva candidata priista a un municipio, dice: “Te quiero, y tengo la capacidad de cumplirte”. Otro candidato tricolor a delegado, ofrece en su publicidad: “Seguridad o renuncio”. ¿De verdad? Todos aseguran que ellos sí cumplirán, pero no tienen muchos elementos para hacer creíble su promesa. El PRI nos dice en su propaganda: “Elige creer”. Yo he escogido creer desde 1979. Y, en general, me he quedado con un palmo de narices. ¿Elijo creer una vez más? ¿Por otros 30 años? Ya no. Primero los hechos, después el voto.
El votante comprometido me recuerda a quien, habiendo prestado dinero a un acreedor eternamente remiso, vuelve a prestarle más dinero bajo la solemne promesa de que “ahora sí” se le pagará todo lo que le debe. Supongo que llega el momento en que, legítimamente, puede primero pedirle al acreedor que pague su deuda, antes de volverle a prestar nuevos montos. Lo que les prestamos a los partidos con nuestro voto es confianza y crédito político, una y otra vez defraudados. Y es que, hoy por hoy, no hay incentivos suficientes para que partidos y legisladores cumplan lo que ofrecen —y menos si la votación por ellos resulta nutrida—, precisamente porque no tenemos mecanismos eficaces para llamar a cuentas políticas —ni de ninguna otra clase— a gobernantes y legisladores. Es un círculo vicioso. La promoción del voto del IFE dice que hay que ir a votar (por un partido, se presupone), al fin que luego podemos exigirles resultados a nuestros representantes. ¿Exigirles? ¿Cómo? Ahí está, por ejemplo, la reelección consecutiva de legisladores, mecanismo por excelencia para exigir cuentas. La oferta de reinstaurar ese instrumento está presente desde hace mucho en las plataformas de muchos partidos. ¿Y qué ha sucedido? Que sigue congelado. Por cierto, esa es una demanda en que coincide la mayoría de grupos y personajes anulistas (si bien Dulce María Sauri votó contra ese mecanismo en 2003). Algunos partidos y candidatos nos vuelven a prometer la reelección (pero muchos no). Por lo cual dicha promesa aislada no bastaría, pues los partidos y los candidatos que no hayan firmado ese compromiso se sentirán en libertad de no cumplir algo que no prometieron. Y quienes sí lo hayan hecho, dirán a sus representantes: “Nos ganaron, compadre”. Me parece entonces que la presión debe hacerse a todos los partidos simultáneamente a través del voto de protesta, por el flanco que, en principio, podría dolerles más: la legitimidad. Mientras tanto, el voto nulo puede ejercerse, no sólo como protesta, sino también como castigo a los partidos-negocio, esos que saben muy bien mercantilizar nuestro voto y presupuesto, pero no a favor de nuestros intereses, sino los de sus pocos militantes, dueños y directivos. Y es que —ya quedó aclarado— mientras más votos nulos se emitan, más difícil será para los partidos mercenarios preservar su registro.
El IFE dice que hay que ir a votar, al fin que luego podemos exigirles resultados a nuestros representantes. ¿Exigirles? ¿Cómo?


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