sábado, 22 de octubre de 2011

Con la cultura en contra

Horizonte ciudadano
Rosa Esther Beltrán
Con la cultura en contra

“Cuando una situación es adversa y la esperanza es poca,
las determinaciones fuertes son las más seguras.”
Tito Livio

Esta semana celebramos el quincuagésimo octavo aniversario de la promulgación del derecho de las mujeres mexicanas a votar y ser electas.

En el año de 1953, el presidente Adolfo Ruiz Cortines expidió la reforma a los artículos 34 y 115, fracción I constitucionales, en la que se otorgó la plenitud de los derechos ciudadanos a las mujeres de este país.

Una breve cronología nos muestra que estos derechos han sido ganados a pulso por una lucha sin tregua de las mujeres mexicanas: En 1884-1887 en la primera revista femenina, Violetas del Anáhuac, fundada y dirigida por Laureana Wright González y escrita solamente por mujeres se planteó la demanda del sufragio para la mujer y la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.

En 1910 Diversas asociaciones feministas se unnieron a Francisco I. Madero para demandar el reconocimiento del derecho a la participación política y el derecho al voto de las mujeres mexicanas.

En 1916 se realizó en Yucatán el Primer Congreso Feminista en el que se demandaba el voto para las mujeres. En 1917 cuando fue promulgada la Constitución Mexicana, surgida de la Revolución de 1910, no se reconoció el derecho al sufragio de las mujeres, así que la lucha por la demanda de igualdad entre mujeres y hombres y el derecho al voto para ellas se prolongó durante más 4 décadas y las movilizaciones no cesaron, congresos y frentes para impulsarlo, fueron la tónica constante de esta lucha, de manera que en la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas, 800 organizaciones de mujeres se unieron para conquistar el derecho a votar y ser elegidas.

En 1937 el Presidente Lázaro Cárdenas envió a la Cámara de Senadores la iniciativa para reformar el Artículo 34 constitucional, como primer paso para que las mujeres obtuvieran la ciudadanía, la cual siguió siendo pospuesta.

En 1946 bajo la presidencia de Miguel Alemán se estableció que en las elecciones municipales participarían las mujeres en igualdad de condiciones que los varones, con el derecho a votar y ser elegidas y a partir de ahí las mujeres comenzaron a ocupar cargos de elección en los Ayuntamientos; en Aguascalientes, María del Carmen Martín del Campo fue la primera Presidenta Municipal de esa ciudad.

En 1952, siendo candidato a la presidencia de la República, Adolfo Ruiz Cortines, prometió la ciudadanía sin restricciones para las mujeres, ante 20 mil mujeres asistentes a un mitin de campaña, y al año siguiente el 17 de octubre, se publicó en el Diario Oficial el nuevo texto del Artículo 34 Constitucional: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.

Pero es hasta 1955 cuando las mujeres acuden a emitir su voto a las urnas, para elegir Diputados Federales a la XLIII Legislatura y desde esa fecha, el sufragio femenino ha sido fundamental para impulsar el proceso de democratización del país, aunque la participación política de ellas ha sido intencionadamente invisibilizada por la misoginia imperante en la sociedad mexicana, la que es negada, pero ejercida convenencieramente por la mayoría de los hombres de este país.

Por ello impulsar la organización y participación social, comunitaria y ciudadana de las mujeres y su acceso a los espacios de toma de decisiones, incorporando la equidad de género como dimensión estratégica que garantice el pleno ejercicio de los derechos de la ciudadanía, es una lucha vigente.

Porque en términos universales el movimiento por el sufragio femenino significa un movimiento por la igualdad en la participación política, por el poder de decidir sobre nuestras vidas, además, por el poder ser elegidas para estar en cargos de representación pública.

No se puede negar que actualmente, a pesar de los espacios ganados, las mexicanas siguen estando subrepresentadas políticamente; sólo hay que examinar sus posiciones en la próxima Legislatura local; por eso muchos de sus intereses, necesidades y deseos están ausentes en las contiendas electorales y en las agendas de los gobiernos.

La lucha por la autodeterminación política de las mujeres arrastra una pesada losa, es la de la cultura que está en contra de una verdadera igualdad entre mujeres y hombres, aunque éstos digan otra cosa.

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