La pobreza Prospera
Rosa Esther Beltrán
Enríquez
Solidaridad, Progresa, Oportunidades, Prospera, ¿cuál nombre le gusta
más? No importa, lo que vemos es que se cambia el nombre pero la política
social no presenta soluciones para más de la mitad de la población mexicana que
vive en la pobreza. En México habitan 53.3 millones de pobres y, de continuar
la tendencia, en 2018, el último año de gobierno de Nieto Peña, habría 55
millones de personas en esa condición.
¿Por qué los programas antipobreza
están estancados sin producir resultados?
En efecto, esos programas se
rebautizan pero sus resultados para combatir la pobreza son nulos, vea usted: Entre
2012 y 2014 el presupuesto para el desarrollo social creció en un 31.3 por ciento,
pero, “la proporción de
mexicanos en pobreza es prácticamente la misma desde hace tres décadas”.
(2° Informe de EPN).
Las cifras oficiales muestran que los índices de pobreza patrimonial -
insuficiencia para adquirir la canasta básica alimentaria, así como servicios
de salud, educación, vestido y vivienda- han disminuido en menos de un punto
porcentual en 22 años; de acuerdo con los datos proporcionados por el Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 1992, 53.1 por ciento de los mexicanos vivían en
esta situación, mientras que en 2012 el porcentaje era de 52.3; esta realidad es dramática porque
revela que miles de millones de pesos son prácticamente tirados a la basura, lo
cual no quiere decir que esos programas sociales debieran desaparecer, lo
procedente sería contar con un diagnóstico detallado, científicamente elaborado
que permitiera identificar las fallas y debilidades del programa Oportunidades,
de forma que Prospera las remontará eficazmente.
La economía no crece, así no pueden las mujeres involucrarse con
eficacia en los proyectos productivos que Prospera ofrece, y los jóvenes que no
se inscriben o desertan en la secundaria o el bachillerato no tienen recursos
ni estímulos para acceder a la educación superior; según los datos de OCDE
México ocupa el tercer lugar en población de jóvenes de 15 a 22 años que ni
estudia ni trabaja y de acuerdo a cifras de la SEP en este ciclo escolar más de
medio millón de estudiantes desertarán en el bachillerato. Los datos muestran
que entre los jóvenes no existe convencimiento de que la educación sea la senda
que asegure la movilidad social para conquistar un nivel social más alto y
lograr un mayor bienestar social.
Cuando se planeó instrumentar los programas para la superación de la
pobreza el objetivo era subsidiarla por un tiempo, después del cual se esperaba
que las familias superarían las condiciones
de marginación, pero eso no ha ocurrido y la desigualdad social se incrementa
abriendo una enorme brecha entre los grupos más desfavorecidos y los que más
tienen, de manera que los problemas estructurales que el país enfrenta debieran
resolverse gradualmente si se quiere asegurar que Prospera deje de ser, como
Oportunidades, un enorme hueco por donde se cuelan miles y miles de millones de
pesos que a la postre, no resuelven la descomunal inequidad social que el
país padece.
Prospera debe incorporar atributos que
impulsen a las personas a desarrollar valor agregado en sus actividades,
que incrementen la autoestima de manera que se orienten al cambio en sus vidas.
El ejército de funcionarios públicos que abarrotan la Secretaría de
Desarrollo social y sus delegaciones en todo el País, debieran empezar por
capacitarse para cambiar paradigmas, adquirir creatividad, conocimientos y
sensibilidad humana para abandonar los programas asistencialistas que ven al
pobre como mendigo al que “le hacen el favor” de darle ayuda. En conclusión,
rebautizar programas, no cambia nada.
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