Scherer, ausencia que
duele
De Excélsior a Proceso, don Julio
Scherer, que ahora descansa en paz, blandió inmisericorde las armas de la
libertad de expresión y de la crítica. Cinco meses después de su expulsión de
Excélsior, Scherer con un grupo de lo más selecto de la intelectualidad mexicana, fundó la revista
que hasta ahora es el referente imprescindible de la vida nacional, Proceso.
Esa revista publicó en su
editorial del primer número del 6 de noviembre de 1976...”Esta publicación
surge, entre dificultades, remontadas penosamente, al calor de la lucha por la
libertad de expresión, lucha perene entre la prensa que busca ser responsable y
el poder que no se ciñe a la legitimidad”. Sí, las dificultades no fueron
menores, el papel para la impresión del semanario les fue negado por el
monopolio estatal PIPSA encargado de la compra de papel y de su producción y distribución del destinado
específicamente a los periódicos.
“Este semanario nace de la
contradicción entre el afán de someter a los escritores públicos y la decisión
de éstos de ejercer su libertad y dignidad. Estas prendas valen en tanto
posibiliten el que a través de ellas se
expresen los que no pueden hacerlo de otro modo….En sí mismo Proceso es un acto
de confianza en la capacidad de nuestra sociedad para madurar como nación”. Me
pregunto, en qué medida la sociedad mexicana actual ha satisfecho esas
expectativas del semanario que pronto cumplirá 40 años sin claudicar en sus
propósitos, el editorial agrega. ...es importante contribuir a que la nación se
conozca a sí misma para que a partir de su propia conciencia pueda delinear su
porvenir justo y libre”.
En ese primer número Proceso
publicó en su portada una revisión exhaustiva del sexenio exánime de Echevarría: El sexenio. Las
palabras y los hechos; además, Cosío Villegas. Memorias de un Disidente y
también, Libre expresión: De Excélsior a Proceso.
La revista fue radicalmente crítica por las contradicciones entre las
promesas y los hechos del régimen de Echeverría, porque éste prometió detener
la tasa de crecimiento del endeudamiento externo, pero éste creció y el peso se
devaluó más del 100 por ciento; también ofreció esclarecer los hechos del 10 de
junio, pero nunca lo hizo, entre muchas promesas incumplidas, simplemente fue
un gobierno priista más y Proceso lo certificó.
En ese mismo número se publicó la
crónica sobre el movimiento popular independiente de los poblados laguneros de
San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero y Torreón que provocó, en
octubre de ese año el enfrentamiento entre el gobierno de Oscar Flores Tapia y
la diócesis a cargo del obispo Fernando Romo Gutiérrez. En el conflicto medió
el obispo Samuel Ruíz e intervino también don Sergio Méndez Arceo, quienes se
solidarizaron con los clérigos y colonos, aunque el episcopado de México informó no estar
enterado de lo que ocurría en Coahuila.
El conflicto se extendió y los
estudiantes de Universidad Autónoma de Coahuila se solidarizaron también con el
movimiento, informó Proceso.
En el primer número de Proceso participó el caricaturista Abel Quezada,
con su cartón: El adulador automático. Entre los editorialistas estaban Heberto
Castillo, con su colaboración: Esperar tiempos mejores. Pablo Latapí con: Dos momentos del tiempo mexicano.
Ricardo Garibay, con su columna, Descrédito público.
Don Julio fue y seguirá siendo un
ideal para el periodismo mexicano, el reverso de la corrupción, de los
periodistas cooptados, porque hasta la última hora de su vida fue nada más un
reportero atenido al dato, el símbolo más sólido de la prensa independiente,
inspirador de cientos de jóvenes comunicadores que arrastrados por su ejemplo irrumpieron en los periódicos en los últimos 30 años.
Sin duda Scherer fue un ave original en un mundo de comunicadores
corrompidos por el poder del dinero. Su independencia no fue un camino fácil, porque
entonces la crítica periodística era la excepción pues desde los años cuarenta
la información periodística se enrareció
y se distorsionó: En la mano que pide, en la mano que soborna, en la mano que
recibe, en la mano que golpea. En la insana relación prensa-gobierno en la que
se mezclan los intereses económicos,
políticos y aun facciosos, locales, regionales y nacionales que utilizan los
medios impresos como instrumentos de influencia o de presión, se trata de una
prensa domesticada en su mayoría y de un público que por igual desconfía de la
prensa y del gobierno. Scherer luchó afanosamente por la libertad, siempre sin
doblegarse, esa era la sustancia de su vida y es su herencia. Por eso dijo, “La
libertad es una lumbre que necesita muchas lumbres para ser lumbre verdadera”.
Miles de mexicanos lamentamos la pérdida de Julio Scherer García, que se
suma a otras, de los grandes mexicanos, 2010 partió Carlos Montemayor y, en el
verano, Carlos Monsiváis. En el otoño del 2011 nos dejó Miguel Ángel Granados
Chapa y, el año siguiente, Jorge Carpizo y Carlos Fuentes. En 2013, se fue José
María Pérez Gay, y el año pasado partieron José Emilio Pacheco, Luis Villoro,
Gabriel García Márquez, Arnaldo Córdova y, al final, Vicente Leñero. Ahora, apenas
al despuntar el año, Julio Scherer. En cualquier momento y en cualquier lugar, la
ausencia de seres de esa estatura y talla es una pena, si Scherer hubiera
vivido en Coahuila , el Moreirato con su megadeuda se habría enfrentado a un
gigante, incapaz de claudicar ni de guardar silencio ante las mentiras de esa
familia.
Si usted se pregunta de dónde he
obtenido las citas textuales del primer número de la revista Proceso. Le digo
que no acudí a la hemeroteca digital del semanario, no, fui al Archivo Municipal
de Saltillo, porque sé que ahí está esta revista, desde el primer número donada
por un grupo de académicos e intelectuales saltillenses que creen, con don Julio Scherer que, “El
periodismo ha de ser crítico y exacto, como el bisturí”.
La prensa internacional también
se ocupó del deceso de don Julio Scherer comentando que él abrió las puertas
del periodismo moderno (The New Yorker, The
New York Times).
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