jueves, 15 de enero de 2015

Scherer, ausencia que duele

Scherer, ausencia que duele

De Excélsior a Proceso, don Julio Scherer, que ahora descansa en paz, blandió inmisericorde las armas de la libertad de expresión y de la crítica. Cinco meses después de su expulsión de Excélsior, Scherer con un grupo de lo más selecto de  la intelectualidad mexicana, fundó la revista que hasta ahora es el referente imprescindible de la vida nacional, Proceso.

Esa revista publicó en su editorial del primer número del 6 de noviembre de 1976...”Esta publicación surge, entre dificultades, remontadas penosamente, al calor de la lucha por la libertad de expresión, lucha perene entre la prensa que busca ser responsable y el poder que no se ciñe a la legitimidad”. Sí, las dificultades no fueron menores, el papel para la impresión del semanario les fue negado por el monopolio estatal PIPSA encargado de la compra de papel y  de su producción y distribución del destinado específicamente a los periódicos.

“Este semanario nace de la contradicción entre el afán de someter a los escritores públicos y la decisión de éstos de ejercer su libertad y dignidad. Estas prendas valen en tanto posibiliten el que a través  de ellas se expresen los que no pueden hacerlo de otro modo….En sí mismo Proceso es un acto de confianza en la capacidad de nuestra sociedad para madurar como nación”. Me pregunto, en qué medida la sociedad mexicana actual ha satisfecho esas expectativas del semanario que pronto cumplirá 40 años sin claudicar en sus propósitos, el editorial agrega. ...es importante contribuir a que la nación se conozca a sí misma para que a partir de su propia conciencia pueda delinear su porvenir justo y libre”. 

En ese primer número Proceso publicó en su portada una revisión exhaustiva del sexenio exánime de Echevarría: El sexenio. Las palabras y los hechos; además, Cosío Villegas. Memorias de un Disidente y también, Libre expresión: De Excélsior a Proceso.

La revista fue radicalmente crítica por las contradicciones entre las promesas y los hechos del régimen de Echeverría, porque éste prometió detener la tasa de crecimiento del endeudamiento externo, pero éste creció y el peso se devaluó más del 100 por ciento; también ofreció esclarecer los hechos del 10 de junio, pero nunca lo hizo, entre muchas promesas incumplidas, simplemente fue un gobierno priista más y Proceso lo certificó.

En ese mismo número se publicó  la crónica sobre el movimiento popular independiente de los poblados laguneros de San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero y Torreón que provocó, en octubre de ese año el enfrentamiento entre el gobierno de Oscar Flores Tapia y la diócesis a cargo del obispo Fernando Romo Gutiérrez. En el conflicto medió el obispo Samuel Ruíz e intervino también don Sergio Méndez Arceo, quienes se solidarizaron con los clérigos y colonos, aunque  el episcopado de México informó no estar enterado de lo que ocurría en Coahuila.  El conflicto se extendió  y los estudiantes de Universidad Autónoma de Coahuila se solidarizaron también con el movimiento, informó Proceso.

En el primer número de Proceso participó el caricaturista Abel Quezada, con su cartón: El adulador automático. Entre los editorialistas estaban Heberto Castillo, con su colaboración: Esperar tiempos mejores. Pablo Latapí  con: Dos momentos del tiempo mexicano. Ricardo Garibay, con su columna, Descrédito público.

 Don Julio fue y seguirá siendo un ideal para el periodismo mexicano, el reverso de la corrupción, de los periodistas cooptados, porque hasta la última hora de su vida fue nada más un reportero atenido al dato, el símbolo más sólido de la prensa independiente, inspirador de cientos de jóvenes comunicadores que arrastrados por su ejemplo irrumpieron  en los periódicos en los últimos 30 años.

Sin duda Scherer fue un ave original en un mundo de comunicadores corrompidos por el poder del dinero. Su independencia no fue un camino fácil, porque entonces la crítica periodística era la excepción pues desde los años cuarenta la información periodística  se enrareció y se distorsionó: En la mano que pide, en la mano que soborna, en la mano que recibe, en la mano que golpea. En la insana relación prensa-gobierno en la que se mezclan los intereses  económicos, políticos y aun facciosos, locales, regionales y nacionales que utilizan los medios impresos como instrumentos de influencia o de presión, se trata de una prensa domesticada en su mayoría y de un público que por igual desconfía de la prensa y del gobierno. Scherer luchó afanosamente por la libertad, siempre sin doblegarse, esa era la sustancia de su vida y es su herencia. Por eso dijo, “La libertad es una lumbre que necesita muchas lumbres para ser lumbre verdadera”.

Miles de mexicanos lamentamos la pérdida de Julio Scherer García, que se suma a otras, de los grandes mexicanos, 2010 partió Carlos Montemayor y, en el verano, Carlos Monsiváis. En el otoño del 2011 nos dejó Miguel Ángel Granados Chapa y, el año siguiente, Jorge Carpizo y Carlos Fuentes. En 2013, se fue José María Pérez Gay, y el año pasado partieron José Emilio Pacheco, Luis Villoro, Gabriel García Márquez, Arnaldo Córdova y, al final, Vicente Leñero. Ahora, apenas al despuntar el año, Julio Scherer. En cualquier momento y en cualquier lugar, la ausencia de seres de esa estatura y talla es una pena, si Scherer hubiera vivido en Coahuila , el Moreirato con su megadeuda se habría enfrentado a un gigante, incapaz de claudicar ni de guardar silencio ante las mentiras de esa familia.

Si usted se pregunta de dónde he obtenido las citas textuales del primer número de la revista Proceso. Le digo que no acudí a la hemeroteca digital del semanario, no, fui al Archivo Municipal de Saltillo, porque sé que ahí está esta revista, desde el primer número donada por un grupo de académicos e intelectuales saltillenses que  creen, con don Julio Scherer que, “El periodismo ha de ser crítico y exacto, como el bisturí”.

La prensa internacional  también  se ocupó del deceso de don Julio Scherer comentando que él abrió las puertas del periodismo moderno (The New Yorker, The  New York Times). 

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