COMO MERCANCÍA CADUCADA
Rosa Esther Beltrán Enríquez
La tragedia
de los menores migrantes no encuentra solución. En San Pedro Sula, Honduras,
los infantes están a merced de las pandillas que los aniquilan sin más; de
enero de 2013 a junio pasado 409 niños fueron asesinados (The New York
Times, 19-07-14), algunos con palos y piedras. Esa violencia extrema mueve a
los padres a enviarlos a Estados Unidos pensando que allá las políticas
migratorias les ofrecerán un trato preferente.
Según las
estadísticas de la Patrulla Fronteriza existe una fuerte correlación entre
ciudades con altos índices de homicidios, como San Pedro Sula y el éxodo de una
multitud de jóvenes y menores que emigran buscando seguridad y una mejor vida
en los Estados Unidos.
Al menos en
50 ciudades de Honduras, las pandillas operan con total impunidad y las
autoridades se muestran pusilánimes y excesivamente medrosas para enfrentarlas
lo que induce al incremento constante en el número de víctimas mortales de
manera que San Pedro Sula está registrada como la ciudad con la tasa más alta
de homicidios; los niños son asesinados por negarse a unirse a las pandillas o
por venganza contra sus padres y se han presentado casos de niños de 11 años
degollados por otros niños por no haber pagado una cuota de extorsión de 50
centavos de dólar.
No obstante,
la situación de violencia en Centroamérica se difunde, en El Salvador los
asesinatos de niños menores de 17 años aumentaron un 77 por ciento tan sólo en
lo que va de este año; en cambio en Guatemala y Nicaragua en su mayoría la
gente emigra por motivos económicos, por la pobreza radical que padecen.
Los menores
migrantes son repudiados en sus países y también en los Estados Unidos en donde
los gringos los rechazan por ser portadores de enfermedades como la sarna, la
tuberculosis y ébola, dicen, así lo hicieron ver manifestantes de la ciudad de
Murrieta California; la actual segregación y discriminación contra los
migrantes es similar a la que padecieron los negros hasta los años 80 del siglo
pasado y que ahora un presidente afroamericano no puede mitigar, la crisis
lleva meses, se agudiza y Barack Obama no puede con ella, al contrario, su
campaña de deportaciones la incrementa.
La foto de
VANGUARDIA es impresionante (11-08-14), cientos de niños hacinados unos sobre
otros, sin espacio, tratados como mercancía caducada porque quieren reunirse
con sus padres se los interna en galerones, en guetos, son indeseables,
criaturas sin nombre.
Ante este
conflicto el Gobernador de California, Jerry Brown, manifestó que el Gobierno
de Estados Unidos debería reconocer que América Central vive una crisis a la
que necesita destinar recursos, tal como hace con conflictos en otras partes
del mundo: “Tenemos el problema de la violencia, de las pandillas en
Centroamérica, también tenemos el desempleo y la pobreza. Tenemos las decenas
de miles de niños que están ya ahora en los Estados Unidos, que tienen que ser
tratados de una manera justa y decente, ¿Por qué el desafío en Centroamérica es
distinto al de Afganistán o al de Ucrania?” Yo pregunto, ¿ayudarían
desinteresadamente?
Hasta ahora
la solución de Obama, Peña Nieto, los gobiernos de Guatemala, el Salvador y
Honduras plasmada en la Declaración Extraordinaria de Managua aprobada el
27 de junio es un ataque inhumano a la parte más débil de la cadena que sólo
agravará la tragedia humanitaria, un plan que elude la infame distribución del
ingreso y la violencia criminal.
Corrupción
hasta el tope
Un grupo de
diputados federales panistas han sido exhibidos en reventón, ahora sí que les
queda aquello de “braguetas persignadas” (Humberto Moreira dixit), las posturas
moralistas y mojigatas del PAN han sido superadas. Veremos si el
escándalo de las taiboleras, los moches, el apoyo a los casineros y el opaco
manejo de las partidas presupuestales, impelen a Gustavo Madero a destituir
por fin a Luis Alberto Villarreal, coordinador de la bancada panista en
San Lázaro.
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